El ajolote es una especie endémica de nuestro país, originario de los lagos del Valle de México, su nombre científico es Ambystoma mexicanum que significa “boca en forma de copa” o “boca achatada”, debido a su boca grande y ancha. Fue llamado por los antiguos mexicanos (mexicas), en náhuatl como Axolotl, que significa “monstruo del agua”. Conserva características milenarias de las salamandras, pero es más cercano a las ranas y sapos. También se sostiene que el nombre proviene del Dios Azteca de las deformaciones y la muerte llamado Xólotl, hermano de Quetzalcóatl, quien se encuentra asociado a la idea del movimiento y de la vida, de acuerdo con la leyenda del Quinto Sol.
Los Ajolotes y achoques son anfibios del género Ambystoma; presentan un cuerpo parecido al de una lagartija, con piel lisa, glandular y húmeda. Poseen patas con cuatro dedos en los miembros anteriores y cinco en los posteriores, careciendo de uñas. Su coloración varía entre café, negro, verde, manchados, amarillos y algunas veces rosados, existiendo también ajolotes albinos. Su cuerpo es robusto, con surcos costales a los lados y cabeza ancha; la cola es algo aplanada lateralmente, carecen de párpados y presentan pulmones y branquias. Tienen una boca de gran capacidad y dientes diminutos que se disponen en hileras a la entrada de la cavidad oral con lengua retráctil como la de las ranas. A diferencia de lo que les ocurre a las salamandras y otros anfibios metamorfoseados, los ajolotes no presentan muda de piel. En algunas especies los adultos son paedomórficos o neoténicos, es decir, que alcanzan la madurez sexual con características larvarias, por ejemplo, la retención de branquias y la permanencia de su forma acuática.
El ajolote es un tipo de salamandra que posee diversas particularidades, entre ella que se conservan sus rasgos juveniles hasta la vejez. Su tamaño promedio es de 15 cm pero puede llegar a medir hasta 30 cm. Conserva su aleta dorsal de renacuajo que se extiende casi por todo su cuerpo, y sus branquias externas en forma de plumas sobresalen de la parte trasera de su ancha cabeza. Pueden respirar de tres formas: con la piel, los pulmones y las branquias. Además, tiene la capacidad de regeneración única, que puede ser capaz de regenerar hasta su cerebro. Aún más fascinante, dicen los investigadores, es la habilidad del ajolote para reparar su médula espinal cuando ésta sufre una lesión y logra que funcione como si no hubiera sufrido daños. Además puede reparar otros tejidos y curar heridas sin dejar cicatrices.
Sin embargo, parece haber olvidado su aptitud para desplazarse sobre la tierra, pues aunque posee cuatro patas que le permiten caminar, además de una cola que conserva tras la metamorfosis, solo sube a la superficie del lago de vez en cuando para respirar y enseguida se sumerge. El ajolote tiene el genoma más grande que se ha secuenciado hasta ahora, incluso más grande que el del ser humano. Este anfibio tiene 32,000 millones de pares de bases de ADN, 10 veces mayor que el genoma humano, el cual posee 3,200 millones de pares de bases de ADN.
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